El Desván de Lucy Curiosidades y entretenimiento gratis
Ayer hablaba con una amiga sobre este tema y me apuntaba ciertos datos que me gustaría compartir en nuestro blog, básicamente porque los considero muy importantes.
Dado que la mayoría de nosotras se ha visto en alguna ocasión o en varias viviendo algún episodio de ansiedad o de ira es muy bueno que sepáis lo que os voy a contar:
Tanto la ansiedad como la ira provocan efectos fisiológicos directos sobre el corazón y las arterias ya que activan la respuesta de “lucha o huida”, y ésto implica que se produzcan una mayor cantidad de hormonas relacionadas con el estrés,tales como la adrenalina y el cortisol. Estas hormonas nos dan la energía que necesitamos en ese momento pero también varían el funcionamiento normal del organismo, incidiendo en el ritmo respiratorio y cardíaco.
Incluso, pueden hacer que el ritmo cardíaco aumente a 180 latidos por minuto, cuando lo normal sería que estuviera entre 50 y 100 latidos por minuto. También conllevaría elevar la presión arterial de 120/80 a 220/130.
Si esta respuesta, que debe activarse solo en casos de emergencia, se repite con frecuencia, la adrenalina y el cortisol llegan a alcanzar niveles llamados en medicina cardiotóxicos. De hecho, se ha apreciado que estados como la hostilidad y la ira aceleran el proceso de formación de placas en las arterias.
Por otro lado, se ha comprobado que la ansiedad y la ira inhiben la producción de acetilcolina, un neurotransmisor que participa en la regulación del ritmo cardíaco. Cuando no hay suficiente acetilcolina, el ritmo cardíaco simplemente se acelera.
Al respecto, un estudio realizado en la University College London descubrió que durante una fase de gran estrés o ira, las señales entre el cerebro y el corazón prácticamente se interrumpen. Incluso, se ha apreciado que estas emociones hacen que las neuronas disminuyan de tamaño y se desconecten. A la larga, se produciría una muerte neuronal.
Por lo tanto, ahora ya lo sabéis: tanto la ira como la ansiedad juegan en nuestra contra. Un estilo de vida sano no significa exclusivamente seguir una alimentación equilibrada y practicar ejercicio físico sino que también debes preocuparte por el bienestar psicológico. Aprender a controlar estas dos nefastas emociones es fundamental para vivir bastantes más años y aumentar nuestra calidad de vida.
